miércoles, 22 de julio de 2009

La novedad de lo antiguo.

Acabo de llegar de salir con unos amigos, y mientras hablábamos de las distintas cosas que nos han pasado a todos en algún momento de nuestras vidas, caí en cuenta de que todo lo que conversamos, o la gran parte del momento en que nos reímos, es basado en las aventuras y desventuras propias de cada uno o de las vivencias que se han tenido con algún ausente.

Desde el individuo con suerte de perro, a quien su pareja lo engañaba y le hacía escándalo cuando él miraba cualquier cosa que no fuera hombre, pasando por quien bebe como cosaco y nos hace reír y avergonzar al mismo tiempo con su florido vocabulario de turno, hasta aquel quién las cosas parecían resultarle mejor mientras más irresponsable actuaba.

Mientras más tiempo pasa entre el hoy y el momento de la historia, el relator parece pulir su habilidad para destacar detalles y darle énfasis a ciertos momentos del relato con altibajos de voz o expresiones faciales y corporales, incluso haciendo participar a los oyentes. El público, que escasamente cuenta con nuevas caras, recuerda la versión anterior del relato (quienes no estuvieron en el suceso) o la vivencia misma del momento en que ocurrió el suceso y tiende a reír con expectación.

Somos varios los que nos ha tocado vivir situaciones extrañas, tragicómicas o ambiguas, pero lo simpático del tema es que todos participan del recuerdo. Algunos incluso nunca estuvieron, pero a medida que pasan los años se han integrado como un participante más en el suceso, como un recuerdo condicionado de algo que se dijo que se hizo, y se dijo tantas veces que el cerebro lo entiende como una situación en la que se participó.

Las conversas de actualidad traen a relación a alguien a quien le paso algo parecido, se recuerda la situación de esa persona y se incluye al total de los participantes de ese momento. Así nos reímos y disfrutamos nuevamente con lo que pasó y olvidamos lo que esta pasando hasta que alguien, brevemente, nos recuerda el tema inicial. Probablemente no es tan hilarante o agradable como lo que todos recordábamos minutos antes respecto del pasado, pero la risa ya quedo reflejada en las caras y en los corazones de quienes alguna vez participaron de la anécdota o escucharon la historia en algún evento anterior.

Lo que si es cierto, y que comprobé hoy, es que una buena historia nunca se hace vieja, refresca tu buen humor y no importa quien la cuente o de si esa persona en realidad estuvo ahí. Y cabe destacar que no hay nada mejor al contar una historia que cuando alguien del público quiere participar dándole fidelidad al relato al participar detallando lo que él o ella vio en el momento dado.

También he aprendido que las historias te permiten romper el hielo con personas que no conoces, recordar vínculos con quienes no están y unir los sentimientos de amistad con quienes compartiste los hechos de la historia.

A medida que van pasando los años, no solo se recuerdan las mejores anécdotas, sino que también se van creando nuevas situaciones, que son las historias pasadas de encuentros futuros.
Es parte de ser recordado. La participación en la historia es de lo que las personas recuerdan de una persona, y no hay nada mejor que ser participante de una buena anécdota que es contada por otros.

¿Y que pasa con aquellas que no son o buenas o cómicas o simpáticas?
Bueno, jajaja, eso es parte de otra historia...

No hay comentarios: